No podía dejar de publicar en el blog la exposición de Eduardo Arroyo en la Galería Álvaro Alcázar, galería que lo representa, junto a otros grandes talentos. La muestra, bajo el título «Capítulo I», acoge una selección de 24 obras, lienzos y esculturas, que podrá visitarse desde el 2 de febrero hasta el 4 de marzo de 2017. El «Capítulo II» de Eduardo Arroyo nos lleva hasta ARCO 2017 y el «Capítulo III», a Art París. Es decir, tres capítulos constituyen el núcleo de la propuesta, tres itinerarios trazados de un periplo artístico iniciado en Madrid y finalizado en París.
Eduardo Arroyo (1937, Madrid), es uno de los artistas más cotizados y reconocidos de España. Periodista, pintor, escultor, grabador, ceramista, escenógrafo teatral, escritor…. Muchos Eduardos dentro de la misma persona. Su esencia es la de un artista polifacético por excelencia que busca su camino en las Artes Plásticas. Detrás de su personalidad hay mucha rebeldía y curiosidad. Nos demuestra que tiene una creatividad que fluye a borbotones al igual que sus ideas innovadoras. Es como si ambas se echaran un pulso y a ver quién saca más músculo.
Le mueve la pasión y la emoción por el arte y tiene más de 2000 obras, de todo tipo. Todo ello requiere de muchas horas de trabajo al día que dedica la mayor parte de su tiempo. Pasan los años y su inspiración sigue en forma y consigue diferenciarse del resto. Se clasifica dentro de la “figuración narrativa” con tintes surrealistas y de Pop Art.
La pintura de Arroyo tiene sus orígenes en cómics, como “El Guerrero del Antifaz” o “Capitán Durán”, y en la literatura de su infancia. Yo diría que es un intelectual en toda regla que sabe usar la ironía y la comicidad para la crítica. Véase la que hace al artista dadaísta francés Marcel Duchamp en la serie «El fin trágico de Marcel Duchamp” (1965). Si la genialidad es la capacidad que tienen algunas personas para crear o inventar cosas nuevas o para realizar alguna actividad de forma imaginativa y brillante, estamos ante un genio creativo que destaca por su amplia variedad de registros.
Su look personal es muy curioso, lleva camisas divertidas, trajes originales y pantalones de colores, aunque su gesto de entrada es serio y algo “gruñoncete”. Todo arrancó cuando se fue a París, con 21 años, con su francés fluido -que aprendió en el Liceo Francés en Madrid-, y con su talento… y París, la Ciudad de la Luz, le abrió sus puertas y ventanas.
Concibo que el Arte tiene que ser un mundo al margen de ideologías. Tras la estética de bonitos colores en los cuadros o en la ropa me gusta rastrear y saber quién hay detrás. Un Eduardo Arroyo que se fue exiliado a París en 1958 por su actividad antifranquista cuando gobernaba Franco. Volvió a España tras el fallecimiento de Franco, en 1976, cuando ya estaba instaurada la democracia, comenzando una nueva etapa artística.
Un joven que empezó haciendo caricaturas en un bar para sobrevivir en París y llegó a convertirse en Francia en uno de los protagonistas de la vanguardia figurativa de fuerte contenido político. Expuso en el «Salón de la Joven Pintura» y en la Galerie Claude Levin, en París, cosechando éxitos.
Además de París, ha vivido algunos años en Roma (Italia) con responsabilidades en el Partido Comunista Italiano, y en Berlín, donde estuvo un año con una beca para aprender alemán. Una persona abierta a vivir diferentes experiencias o simplemente la experiencia de vivir sin crear rutinas.
Yo lo describiría, por encima de todo, como un intelectual nacido en el seno de una familia burguesa y con una ideología de izquierdas por razones intelectuales. Un Eduardo Arroyo que hace mucha crítica política a través del arte. Se declara ateo, pero cree con fe ciega en la pintura e ilustra hasta la Biblia.
Marcó un hito porque fue el primer pintor español que entró en la prestigiosa Galería Malborough y dijo adiós rápidamente cuando solo habían pasado seis meses por razones políticas. Su cuadro «Los cuatro dictadores» (Hitler, Mussolini, Franco y Salazar) fue el que propició su salida de Malborough y ahora pertenece al Museo Reina Sofía.
Su obra está repleta de referencias ideológicas, plásticas, literarias y cinematográficas. Protagonistas son también sus actrices favoritas o personajes que asocia a paisajes lejanos o falsamente exóticos.
En 1982 se le concedió el Premio Nacional de Artes Plásticas de España y ese mismo año el Centro Georges Pompidou, de París, le dedicó una gran exposición retrospectiva. Queda claro su talento.
En 2000, el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte le concedió la Medalla de Oro al mérito en las Bellas Artes.
Tres capítulos forman el cuerpo del trabajo más reciente de Eduardo Arroyo. Este solo es el primero… Con un folio en blanco y una mente brillante llegaron lejos auténticos triunfadores. Nada hay imposible.
*PD: En mi blog no vendo ideas sino creatividad, de modo que no me identifico ni soy dueña de la ideología de los protagonistas de los posts. Intento dejar plena autonomía a los protagonistas con sus luces y sombras, y que el lector de algún modo se implique en lo que está leyendo.
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